EL INTERCAMBIO

23 de Febrero del 2009 a las 13:15 Escrito por Jaime Aguilera

Hace más de veinte años, en una solitaria y fría tarde de invierno, salí compungida y felizmente deprimido de los cines  Renoir de Madrid. Acababa de ver una película en la que Clint Eastwood no llevaba encima sombrero, revólver, purito y manta a rayas comprada camino del desierto del Almería: había dirigido y había producido un largometraje sobre la malograda vida del genial saxofonista Charlie Parker.
Desde entonces, nunca me ha defraudado con películas como “Sin perdón”, “Un mundo perfecto”, “Media noche en el jardín del bien y del mal”, “Los puentes de Madison”, “Million dollar baby” o la fantástica “Mystic River”.
La última que he visto, afortunadamente, tampoco se queda atrás. En “El intercambio” todas las piezas encajan para que el resultado final no sea otro que el de obra maestra; incluida una interpretación antológica de una Angelina Jolie que en esta ocasión no necesita enseñar sus curvas para demostrarnos sus dotes dramáticas. No sé si está nominada al Oscar, pero desde luego sería merecido.
De nuevo, en este film, todo está cuidado hasta el mínimo detalle: la dirección artística, el vestuario, la fotografía, la ambientación. Todo ello por no hablar de un guión que se gesta en Hollywood, que se sitúa en Los Angeles –curiosamente con los premios Oscar también de por medio-, pero que se aparta, no sé si gracias a Dios o a Billy Wilder, del esquema convencional con el que nos tienen saturados: por poner algún ejemplo, aquí no hay historia de amor ni sexo en la protagonista, no hay lucha final entre héroe y villano y, por supuesto, no hay happy end porque no puede haberlo.
Mi director preferido ha sido y sigue siendo John Huston, pero después de más de veinte años Clint Eastwood le pisa “los talones” sin muerte y sin perdón. No sé si es casualidad o no, pero el segundo rinde homenaje al primero en la película “Cazador negro, corazón blanco”, quizá sea por aquello de a rey muerto, rey puesto; aunque, en mi caso, pueda seguir disfrutando de estos dos grandes monarcas del celuloide.

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EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

13 de Febrero del 2009 a las 10:40 Escrito por Jaime Aguilera

“Saber que hay que ceder el asiento de un autobús a una persona mayor”: así definía un alumno a la nueva y polémica asignatura de “Educación para la ciudadanía” (más conocida en los ambientes de los polemistas como EpC). Bueno, nunca viene mal aprender eso, pensé. En el otro bando irreconciliable vociferaba un padre: “no voy a tolerar que le enseñen a mi hijo cómo se pone un preservativo”. Bueno, y sin ánimo de faltar, tampoco viene mal -volví a pensar.
El caso es que decidí documentarme un poco para poner opinar. Por eso, me acabo de leer dos textos insufribles que, a mi modo de ver, recogen los dos manifiestos antagónicos: el propio Boletín Oficial del Estado donde se regula la asignatura y la versión glosada que hace del mismo el Foro Español para la Familia, que promueve la objeción de conciencia en contra de estos contenidos.
La verdad, no entiendo cómo se ha levantado tanta polémica con esta asignatura. Yo la veo como un refrito entre lo que nuestros padres llamaban “reglas de urbanidad”, lo que en nuestra época se llamaba “Ética” y un cursillo abreviadísimo de derechos humanos y derecho constitucional. E insisto, no veo que venga mal darle un repaso a estas cuestiones, aunque, como en casi todas las asignaturas, el verdadero educador en estas cosas es la familia. Curiosamente en esto último le doy la razón al citado Foro: lo que no coincido con ellos es que no se puedan presentar a los Derechos Humanos (y ahora sí los pongo con mayúscula) y al Sistema Democrático como referentes no solo jurídicos sino éticos, precisamente porque el respeto al prójimo es un referente moral por encima de religiones e ideologías, y no está mal que esto se diga en la escuela.
Sea como sea, lo triste es que este sea el principal debate en un sistema educativo que hace aguas por todos sus vértices (repito, incluyendo a la familia como principal educador) y que hoy en día, es uno de los problemas más grandes de este país, entre otras cosas porque se ha perdido el respeto al otro, incluido el maestro.
Lo último: no he encontrado en qué parte se enseña a poner los condones. Pero triste y cínico sería que este padre que protestaba se engañe a sí mismo practicando el método ogino; o que su hijo vaya a aclamar al Papa, y sea uno de los responsables de que después el campo de fútbol esté salpicado de preservativos. 

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2009, AÑO ASTRONÓMICO

6 de Febrero del 2009 a las 13:27 Escrito por Jaime Aguilera

Hace poco hablábamos del regalito de un multimillonario a su novia, que no había sido otra cosa que un título de propiedad honorífico y especial: un pedacito de luna. Ahora me vuelto a detener mareándome alrededor de anillos siderales, satélites, constelaciones y cometas: todo ello con ocasión de la celebración en el 2009 del año astronómico internacional.
 Gracias a esta celebración, que podéis seguir todos a través de la página web de la UNESCO, he podido descubrir, con la curiosidad boquiabierta del niño que nunca nos debería de abandonar, cómo se puede medir el radio de nuestro planeta Tierra con un simple palo de fregona, o cómo se hace el simulacro de un eclipse parcial lunar a través de un aparato cuyo nombre ahora mismo no recuerdo.
 Gracias también a esta celebración, he conocido a mujeres que, luchando contra una “tormenta estelar” de ignorancia y machismo, pudieron darnos más luz sobre las estrellas, como Hepatia de Alejandría o Fátima de Madrid (que no era de Madrid sino de Córdoba). O de hombres como Galileo, que supieron mantenerse firmes frente a otros talibanes que no tenían turbantes, que eran de nuestra misma religión, y que no han pedido disculpas hasta pasados quinientos años.
 El otro día, en la mítica Sociedad Astronómica Malagueña, parecía flotar en las sociedades filantrópicas inglesas que tanto gustaban a Julio Verne. Un aire fresco de civismo, ciencia, humildad y racionalidad parecía recorrer los pasillos de su salón de actos  y de su biblioteca, curiosamente un antiguo cuartel de la Guardia Civil (otro tipo de pretérito y benemérito civismo).
Fue allí donde tuve la oportunidad de coger entre mis manos un pesado meteorito que cayó en Bolivia hace unos cuantos miles de años, y que tiene una antigüedad estimada de más cuatro mil millones de años: la misma edad, milenio arriba milenio abajo, que se calcula que tiene nuestro planeta. Tanta magnitud de cifras en kilómetros, años y años luz te emociona y te desborda. Me hace recordar el final de la película “El increíble hombre menguante” donde el protagonista, cada vez más minúsculo, se plantea lo insignificantes que somos, lo insignificante que es nuestra vida, nuestra felicidad y nuestros problemas, frente a la inmensa inmensidad del Universo infinito.

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