LINCHAMIENTOS

29 de Diciembre del 2009 a las 14:56 Escrito por Jaime Aguilera

Si de algo sirve la historia es para intentar no cometer más errores:

Un “alumno oyente” de la clase de Francés de la Escuela Oficial de Idiomas de Palma de Mallorca -centro dependiente de la Conselleria de Educación- ha sido expulsado por discutir con algunos de sus compañeros, fuera del centro, sobre la obligatoriedad del catalán para acceder a empleos públicos en la sanidad balear. Por otro lado, el juez de Familia 7 de Sevilla, Francisco Serrano, ha dicho que ve injusta la Ley Integral contra la Violencia de Género y ha advertido de su posible “efecto perverso”, al proteger “situaciones de abuso” y no a las mujeres que realmente sufren maltrato. Ojo, también dijo que la ley “ha traído cosas buenas, como el hecho de que la sociedad ya no tolera situaciones de violencia machista, pero también se están produciendo abusos porque no ha hecho una buena definición del maltrato”. Resultado de estas palabras: varias organizaciones de mujeres de toda España han solicitado, a través de un escrito remitido al CGPJ, la apertura de un expediente disciplinario contra Serrano, por considerar que éste actúa como “altavoz” de los maltratadores por violencia de género. Todo ello cuando, por ejemplo, Diego Pastrana Vieco, el joven de 25 años al que se acusó de provocar la muerte a una niña de tres años en Tenerife, ha vivido la peor de sus pesadillas, ha sido detenido e imputado de un delito de abuso sexual y de lesiones contra la hija de su compañera sentimental cuando resulta que fue un accidente. Pero da igual: se le puso la etiqueta de maltratador y a pagar por ello sin juicio previo. Dicho de otro modo, a lincharlo públicamente sin que nadie pida disculpas después.

A ver si resulta de que no se puede hablar en contra de lo “políticamente correcto” y ni el rico ni el pobre, ni el alumno ni el juez, pueden opinar en contra de una política lingüística o en contra de una ley que, como casi todas, no es perfecta.

Y después nos llevamos las manos a la cabeza por santas inquisiciones, cazas de bruzas, limpiezas de sangre, denuncias anónimas o noches de los cristales rotos.

Cuidado, que por estas tonterías se empieza.

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DÍAS DE LLUVIA

29 de Diciembre del 2009 a las 14:55 Escrito por Jaime Aguilera

Cae la lluvia sobre el mar; cae la lluvia, lánguida y dócilmente, sobre los montes, sobre los barbechos, sobre los tejados, sobre los caminos…

Siempre me ha dicho mi padrino que no hay mayor placer que fumar debajo de un tejadillo mientras chapotea el agua en los charcos. Se ve que lo he heredado, porque cuando veo llover siento unas ganas irreprimibles de encender la pipa y, como diría Wilde, la única forma de vencer la tentación es caer en ella.

Cae la lluvia sobre los coches, sobre estatuas inmóviles, sobre las antenas, sobre las piedras de la sierra…

La Naturaleza ha tenido un detalle con Andalucía y, tras el fracaso de la cumbre de Copenhague, ha querido regalar a esta sedienta tierra con unos cuantos litros por metro cuadrado.

Cae la lluvia en forma de oro transparente, en forma de poesía; porque, en mi humilde opinión, una de las palabras más hermosas –junto a “vida” o a “agua”- es justamente la palabra “lluvia”: repitanla varias veces y comprobarán su sonoridad serena.

La lluvia aminora la prisa de nuestras vidas, sus paseos, sus miradas, sus besos, sus caricias, sus ausencias…

Me acuerdo de los urbanitas que cuando ven un campo de cebada reciénnacida dicen que bónito está el césped, y cuando llueve sobre la ciudad dicen “qué fastidio”. Olvidan que después son ellos los que comen el pan de césped y se duchan con el agua que tanto les ha fastidiado.

Cae la lluvia sobre la memoria, sobre los cementerios, sobre los vivos y sobre los muertos. Mientras sigo mirando por la ventana, mientras me adormezco con la machadiana monotonía de lluvia tras los cristales, sigo saludando –juntando las tres palabras que me gustan- a la muchas veces añorada lluvia: el agua de la vida.

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RUTE

16 de Diciembre del 2009 a las 15:13 Escrito por Jaime Aguilera

Entre las entretelas de un invierno precipitadamente hostil encallan las calles y plazas de Rute, acostumbradas a un cíclico varadero de hielo y oscuridad.

En el Parque Nuestra Señora del Carmen, patrona marinera de un puerto de montaña tierra adentro, una pareja, tristemente joven, pasean el presente y el futuro de una desidia aletargada y feliz, adocenada y resignada.

En el centro de la parte superior del parque, oculto por los efectos de la globalización en forma de puestos temáticos de mercado medieval ambulante, se erige el busto a Don Francisco Salto, prócer local, médico y humanista: símbolo de una época donde las estatuas eran para los que se esforzaban, y no para “belenes” televisivas y casquivanas.

El otoño súbitamente invernal termina de deshojar los plátanos de indias, pero a pesar de su desnudez siguen ofreciendo más hospitalidad que el hormigón armado de muchos parques pretendidamente postmodernos.

Es noche cerrada, hace frío, pero eso no ha impedido que una pareja pasee con su bebé en el carrito, o que otros niños un poco más mayores den vueltas montados en un poney, e incluso algunos viejos con síntomas griposos –no me atrevo a añadir la primera letra del alfalbeto- no se resisten a seguir hablando de cacería, de fútbol, de viagra y de la cantidad de rumanos y moros que se están instalando en el pueblo. Porque todo el pueblo pasa por allí, por unos bancos que para muchos serán el telón de fondo de vidas marcadas por un cuadrilátero cómodamente claustrofóbico, por una maravillosa cárcel en la subbética cordobesa.

La dictablanda de Primo de Rivera lo único que tuvo de bueno fue la gran eclosión de obras civiles en villas y ciudades, este parque de 1929 es otra prueba más de las paradojas de nuestra historia patria. Al igual que le ocurre a sus iglesias barrocas, que en una España imperial agonizante y católica demostraron el barroquismo profuso, bello y pobre de sus interiores, mientras en el exterior se iban envileciendo con paredes medianeras horrendas y con rejas de aluminio.

Así es Rute, y así sus gentes: un brasero, un abanico, un jamón y una botella de anís. No nos hace falta más para hibernar plácidamente.

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EL OCTAVO ARTE

9 de Diciembre del 2009 a las 17:40 Escrito por Jaime Aguilera

Por inercias que arrancan desde la propia infancia siempre he creído que la creatividad, el estado en el que según el poeta alemán Heine los hombres podemos soñar y podemos ser dioses, habitaba en el mundo de las artes. A partir de esta premisa era fácil deducir que todo esfuerzo que se saliera de esta órbita celestial y artística sería alineante y empobrecedor.

Pero el tiempo y las dedicaciones con las que uno se gana el pan me han hecho ser más amplio de miras y descubrir que desde cualquier oficio o trabajo se pueden estar construyendo auténticas obras de arte.

Pondré como ejemplo más sintomático el de los inventores. Y no me refiero a aquellos que están en un grupo de investigación de una universidad, y que por otra parte merecen todo mi respeto y mi deseo de que cuántos más haya mejor le irá a nuestro país. Me refiero a gente corriente que van andando por la calle y tienen una idea propia de un genio, propia de un artista, que no se le había ocurrido a nadie antes, pero que suponen un avance para nuestra calidad de vida. Me acuerdo así, a bote pronto, del invento español de la fregona, que ha salvado a tantas personas –en especial, y por desgracia, mujeres- de seguir humilladas y arrodilladas.

Todo lo anterior viene al hilo porque mi amigo Jose Antonio, de Villanueva de Tapia, sigue haciendo de las suyas y sigue “creando” obras propias de un “artista”. Un día se hartó de que no se repartiera bien el peso entre los hombres de trono y se inventó la almohadilla neumática. Otro día un “guiri” le pidió un placa solar que no se viera en su jardín y se inventó los bordillos de piscina de goma –más seguros y que encima aprovechan el calor-. Ahora se ha cansado de los badenes que nos molestan a todos por igual, a justos y a pecadores, y se ha inventado el badén inteligente, que sólo le molesta al que va a velocidad no adecuada, o sea, al pecador.

En definitiva, la lista de las artes se ha quedado corta: si tuvimos que ampliarla a siete para incluir al cine, creo que ahora hay que hablar de un octavo arte, el de los inventores que crean obras de arte mucho más bellas y útiles que muchas otras que están expuestas en museos. Ese día, si llega, mi amigo Jose Antonio ya tiene ganado un puesto por derecho propio en este nuevo Parnaso de los inventores.

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LOS CUADROS DE LA DUQUESA

1 de Diciembre del 2009 a las 14:24 Escrito por Jaime Aguilera

Una buena excusa es la perfecta coartada que usan los sentidos para deleitarse con placeres íntimos. Y así, una escapada por razones laborales a Sevilla es un buen argumento para patear de nuevo sus calles, y ya que estamos aprovechar para ver la exposición de la colección privada de pintura de la Casa de Alba, y ya que estamos darse una vuelta por la colección permanente de este Museo de Bellas Artes de Sevilla, por la que es –muchos lo desconocen- la segunda pinacoteca nacional figurativa después de El Prado.

Tenía cierta curiosidad personal por ver los valiosos cuadros que recorren quinientos años, medio milenio, de historia del arte universal. Curiosidad que emana de la coincidencia de que en Madrid vivía cerca del Palacio de Liria y, años después, en Sevilla, vivía muy cerca del Palacio de Dueñas. En ambos sitios pasaba por la puerta principal, miraba las ventanas, pensaba en Pardo Bazán o en Machado, y me imaginaba cómo viviría dentro de sus paredes la aristócrata con más títulos nobiliarios del mundo, la mayor terrateniente y –también hay que decirlo- la más hortera.

Lo que no sabía es que esta señora, camino de la urgencia del cuarto de baño, por poner un ejemplo respetuosamente escatológico, pasaría por delante del retrato que el propio Tiziano hizo a uno de sus ancestros hace más de un día. O que en cualquier almuerzo, en una discusión familiar el comedor, obras maestras de Sorolla, Renoir, Chagall, Zuloaga, Picasso, Murillo o el propio Goya, serían testigos de los comentarios sobre un pescado que estaba poco pasado.

Si pueden, y aunque tengan que guardar cola, no pierdan la oportunidad de recrearse con paisajes tristemente románticos o con retratos indolentes de miradas lánguidas donde casi siempre suele haber un perro, incluso de peluche: porque, como dice el maestro Antonio Burgos, los gatos son republicanos y los perros monárquicos.

En mi casa, de pequeño, y en muchas otras, había un tapiz setentón con la caza del ciervo –hasta se puso en el decorado de la serie “Cuéntame”-. Se ve que la duquesa, como cazaba los ciervos de verdad, tenía y tiene otro tipo de cuadros en su salita de estar de palacio.

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