PIN, PAN, FUEGO EN LA EDUCACIÓN

13 de Febrero del 2020 a las 18:13 Escrito por Jaime Aguilera

 

Publicado en Tribuna de Diario Sur el 13 de febrero de 2020

Otra vez: nada más comenzar la legislatura se abre una guerra civil, la enésima, donde a cuenta de un pin parental que se va a implantar en la comunidad de Murcia y que nadie sabe muy bien lo que es, unos defienden el pin y otros contraatacan oponiéndose con el pan, y en medio un alumnado y un profesorado que se siente abatido por un fuego cruzado en algo tan básico como la educación.

Es de un gran cinismo político que en varios programas electorales aparece lo que la mayoría ansiamos desde hace muchos años: un pacto nacional por la educación. Pero no hay manera: en los primeros días de la andadura del nuevo gobierno la derecha exige en Murcia un pin para controlar al docente y la izquierda exige un pan que anule el pin argumentando que “los hijos no pertenecen a los padres” y llegando a pedir la aplicación del artículo 155 en la comunidad de Murcia por aplicar el pin. En definitiva un partido de “ping” y de “pong” donde la pelotita blanca no es otra cosa que algo tan básico como la educación. Así nos va.

Coincide que en la plataforma iPasen de la Junta me salta la petición para que autorice, o no, la visita de mis hijos al Archivo Municipal de Málaga (¿el famoso pin?) Y mi mujer y yo la autorizamos, porque donde más aprendí, en un colegio de curas por cierto, fue en las excursiones que hice, y porque desde aquí agradezco al equipo docente del IES Mayorazgo su esfuerzo por salir repetidamente de la rutina de las clases para aprender extramuros; eso sí, respetando a los padres que no autorizan.

Porque lo importante es copiar a nuestros vecinos de Europa que promulgan leyes educativas por encima del gobierno de turno, normas básicas que no son inmutables, que se van adaptando a la realidad, pero que se sacan de la arena política por el bien de todos. Normas básicas – de mínimos si ustedes quieren, pero básicas- con vocación de permanencia en el tiempo, que armonicen el descontrol de diecisiete sistemas educativos (no me voy a extender con los excesos que se han llevado a cabo en los colegios e institutos catalanes) y que reconozcan con mayúscula la autonomía en la gestión de los centros y la figura de autoridad, no de los grupos de wasap de los padres hiperprotectores, sino del que tiene que mandar en el aula: el profesorado. Normas que de una vez por todas otorgue a la Formación Profesional la importancia crucial que tiene y la vincule sí o sí al mundo empresarial; que se adapten a la sociedad digital pero, ojo, sin olvidar nunca formar en competencias básicas y, sobre todo, en valores mínimos y consensuados con los que quiero pensar que todos, los de izquierdas y los derechas, estamos de acuerdo.

Pues de eso nada de nada. Aquí lo importante es el pin o el no pin. Lo axiomático no importa: lo importante es decidir si la asignatura de religión puntúa o no. Particularmente soy un bicho raro: me considero católico y afrancesado, eso quiero decir que soy partidario de una catequesis, como católico que soy; pero en la parroquia, no en el colegio, como los franceses. Porque por encima de la importancia curricular de la asignatura de religión hay muchas otras cosas: no nos perdamos otra vez en las ramas, por favor.

Les digo a los del pin que dejen de desconfiar en los docentes y se centren en los importante Les digo a los del pan que no vivan obsesionados ni con la religión ni con entrar al trapo de los del pin. Les digo a los del pin a los del pan que se dejen de memeces y se sienten y no se levanten hasta consensuar un pacto nacional por la educación: cosa que, visto lo visto, tampoco va a ocurrir en esta legislatura.

Lo dicho. La educación no puede ser el arma arrojadiza para un fuego cruzado de pin y de pan. Porque todas sabemos que con las cosas de comer no se juega, ni con el pin ni con el pan.

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