VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN

9 de Abril del 2023 a las 12:27 Escrito por Jaime Aguilera

Publicado en Tribuna de Diario Sur el 1 de abril de 2023


No cabe duda de que el tren, en especial en nuestra tierra malagueña, está en boca de todos.

Comienza a andar la competencia privada con Renfe en la Alta Velocidad desde Málaga, lo que hará abaratar los precios y aumentar la oferta para ir a Córdoba y a Madrid, y desde Madrid a muchos más destinos; acaban de inaugurar la nueva Estación AVE de Antequera; se puede ir al Caminito del Rey en tren y el presidente de la Junta de Andalucía se plantea retomar la conexión directa con Sevilla en un tiempo verdaderamente competitivo. A ver quién da más.

Aunque, ya puestos a soñar, antes debería terminarse de una vez el tramo de línea AVE de Loja para así tener a tiro de piedra ferroviaria (menos de una hora) Granada y Málaga. Está muy bien que a partir de ahora se pueda ir al Caminito del Rey en el tren de cercanías perote, pero coincidirán conmigo es que es mucho más importante que el tren llegue a Marbella: es inconcebible que una de las líneas (Málaga-Fuengirola) más rentables para RENFE no se extienda hasta la población más icónica y poblada de la Costa del Sol Occidental. Al igual que más pronto que tarde uno de los principales puertos de Europa (Algeciras) debería tener conexión de alta velocidad con el Puerto Seco de Antequera, y desde ahí buscar el corredor ferroviario del Mediterráneo, que aglutinaría nada más y nada menos que una cuarta parte de todo el PIB español. Es más, elevando exponencialmente nuestras ensoñaciones más utópicas, por qué no prolongar, en un túnel o en un puente, esta estratégica línea desde Algeciras hasta Ceuta, y conectar así no ya dos países sino dos grandes continentes.

Echo la vista atrás para comprobar con optimismo como ha cambiado todo. Precisamente fue la estación de Antequera el destino final de mi primer viaje en tren: nuestros padres nos embarcaron a unos cuantos renacuajos en la estación de Salinas y nos recogieron en la ciudad del Torcal, es una estación que ya ha pasado a mejor vida. Los jóvenes de hoy no podrán apreciar la comodidad y seriedad que dan por hecho en un AVE que no tiene nada que ver con el romántico Expreso de Andalucía: sí, no se lo voy a negar, para alguien que jugaba a ser escritor, era una aventura con ínfulas de romanticismo atravesar las frías madrugadas manchegas adormilado, junto a soldados que no paraban de fumar porros; pero eso sí, horas y horas de retraso, y las clases de día siguiente perdidas porque en lugar de las ocho llegábamos a las once de la mañana.

Y es que el tren ha vertebrado nuestro país y nuestro continente, porque antes que se inventara el programa Erasmus ya se inventó el Interrail. Es más, al igual que se ofrecen las becas Erasmus deberían ofrecerse las becas Interrail: porque no hay mejor forma para llegar a amar a Europa que recorrerla en sus trenes. Llegar a la estación de Francia en Barcelona; llegar en tren a la universitaria y medieval Heildelberg y encontrarse con cientos de estudiantes y bicicletas; llegar a la colosal estación de Budapest; llegar de madrugada a la estación rumana de Arad y comprobar que es  el techo de cientos de personas que no tienen donde dormir; pasar miedo cuando en el Orient Express te despiertan los policías turcos para pedirte dinero; dejar tu mochila a un hombre con turbante que se ha convertido en la improvisada consigna de la estación de Estambul; vivir más de un día atrincherado dentro un vagón en un tren que va desde Roma a Irún; y llegar a Venecia en tren, porque no hay más bella bienvenida que bajarte del tren en Santa Lucía y estamparte de narices con el Gran Canal.

En euskera a las estaciones de tren se les llama “geltoki”: bonita palabra que significa “sitio de despedida” Y es que, a pesar de las normas de seguridad, las estaciones de tren siguen siendo más hospitalarias y más propicias al beso que los aeropuertos: la estación de Atocha, la Gran Estación Central de Nueva York, la Victoria de Londres, la de Boston montando en un tren con destino a Canadá.

En definitiva el tren no sólo es más ecológico y más eficiente en términos económicos. Además vertebra gentes y territorios, paisajes y paisanajes. Y además, para que negarlo, es más bello y más literario. Sin duda llevaba razón Antonio Orejudo cuando tituló su fantástica novela

“ventajas de viajar en tren”.

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