HAY QUE VOLVER

13 de Diciembre del 2010 a las 10:39 Escrito por Jaime Aguilera

Hay que volver. Siempre hay que volver. Volver con nuestras amantes no tan secretas. Hay que volver siempre que se pueda, para que no se apague la llama que se encendió en las lejanas lecturas de la infancia tardía.

He vuelto a Londres, cenicienta y, a veces, con olor a curry, a moqueta sucia y a cloaca. Y sin embargo siempre estoy volviendo a esta ciudad, aunque no pueda pisar sus calles y sus parques.

Hace frío, en Buckingham Palace Road, entre una niebla que se disipa y se confunde con el vaho de los paseantes me refugio en un café que tiene mucho más de norteamericano que de londinense.

Boinas en señoras rubias elegantemente vestidas; sombreros con brillantes en chicas orientales que le dan un cierto aire robotizado; orejeras en negros que echan de menos un país caribeño donde también se habla solo inglés. Gorros en latinos que me contestan en castellano cuando yo le hago una pregunta en inglés con acento castellano. Turbantes en indios que nunca han pisado la India.

Hace menos frío, en Covent Garden, un delgado anglosajón, no tan elegante como la señora de la boina, con el torso desnudo, se dispone a tumbarse en una tabla inundada de clavos de acero. En otra calle, otro anglosajón, este perfectamente abrigado, canta y toca al mismo tiempo con su guitarra eléctrica versiones de los Dire Straits.

De nuevo hace más frío, dos bajo cero, la nieve rodea a la ciudad pero en Hide Park lo único que hay es una escarcha prominente que hace que las ardillas no bajen de los árboles, y que los patos permanezcan impasibles, levantados, en un lago congelado.

Hay que volver, siempre hay que volver, al menos para que nuestras amantes, no tan secretas, sepan que seguimos sin olvidarlas.

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