ESTO DEBERÍA SER LA POLÍTICA, ESTÚPIDO

12 de Mayo del 2025 a las 9:07 Escrito por Jaime Aguilera

Publicado en Tribuna del Diario Sur el 9 de mayo de 2025

 ¡Es la economía, estúpido! Fue la frase lapidaria que contribuyó enormemente a que Bill Clinton ganara las elecciones a Bush en 1992. Fue un eslogan fructífero, una daga verbal política para concienciar de lo que es verdaderamente importante, de que hay aspectos fundamentales en la vida de un país como es el bolsillo de cada uno.

Pues bien, en el panorama político actual de España, cada vez más deteriorado y con tonos guerracivilistas de amplia miopía y torpeza, los grandes acuerdos de Estado entre los principales partidos políticos brillan por su ausencia, cuando cualquiera sabe que son, o deberían serlo, un instrumento fundamental para el avance y el progreso de una democracia madura y consolidada, vease el ejemplo que acaba de ocurrir en Alemania con el acuerdo de gobierno de los dos grandes partidos tradicionales.

Sin embargo, hoy en día en España cualquier pacto está puesto en tela de juicio. El pacto de Toledo, que tan útil fue para generar confianza en un pilar básico llamado sistema de pensiones está en vía muerta. Hasta la propia Transición se ve criticada por muchos. Lo que en su día fue un ejemplo para el mundo entero de cómo superar una dictadura sin derramar sangre es ahora algo sometido a continua crítica. Lo que fue el origen pactado del periodo reciente de la historia de España de mayor progreso social, económico y democrático se convierte, de la noche al día, en un proceso con más sombras que luces. En fin: ver para creer.

Sea como fuere, y digan lo que digan, serían necesarios algunos pactos de estado. El pacto de algo tan serio y fundamental como la educación parece obvio, pero ahí seguimos, con una nueva ley educativa con cada cambio de gobierno. El pacto sobre el agua no es obvio, es imprescindible para las próximas décadas, pero ahí seguimos, desperdiciando agua antes de que se la lleve el vecino que la necesita, o antes de que otra DANA mate a cientos de personas.

Pero hoy me quiero centrar en uno que quizás debería ser el primero, más que nada porque posibilitaría quizás otros pactos de estado ulteriores como los que, por ejemplo, acabo de citar. Me refiero a la reforma del régimen electoral.

Nuestra vigente Constitución se basa en un sistema de listas cerradas de partidos políticos y en la circunscripción provincial. Esto nos lleva a la primera gran paradoja, que casi nadie conoce a los diputados de su provincia, porque se está votando a un partido, no a una persona colocada por la omnipresente partitocracia y, lo peor de todo, que a este diputado, que puede que ni sea de esa provincia, le dan igual los intereses de la misma y, como un burro, sólo vota lo que le ordene el partido.

La segunda gran paradoja es que la proclamación constitucional de que la soberanía reside en el pueblo español parece difícil de creer para los 169.237 votantes que votaron por el PACMA y no tienen ningún diputado, todo ello frente a 116.353 (muchísmimos menos) que votaron a Coalición Canaria y tienen un diputado que puede ser decisivo.

No parece muy justa la ignorancia del sistema rallana en el desprecio hacia más de 200000 demócratas (200.673) que votaron en blanco, que se molestaron en ir a su colegio electoral para reafirmar su compromiso con la democracia, pero que quisieron castigar a las actuales opciones políticas. No parece muy justo que la aritmética política (no en vano decía Borges que la democracia es el abuso de la estadística) haga que los 395.495 votos de Junts tengan “secuestrada” la soberanía de muchos millones del pueblo español del que curiosamente ellos no se consideran parte.

Y lo peor de todo es que la solución es muy sencilla: los grandes partidos nacionales se ponen de acuerdo y modifican el artículo 68 de la Constitución, pasando de circunscripción provincial (que ya se ha demostrado que ha quedado obsoleta, y que además es una mentira injusta) a circunscripción única.

Resulta curioso que después de tantos años de democracia no se hayan puesto de acuerdo en este punto PP y PSOE, cuando serían los principales beneficiados. Y la única explicación es, una vez más, una visión cortoplacista y egoísta, una visión que de nuevo alimenta las históricas luchas internas que tanto han desangrado a este país desde su primera constitución de 1812. Ya lo decía en el siglo XIX el canciller alemán Bismark: “La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo”.

A nuestros políticos (al menos a los que se sienten españoles) habría que recordarles la frase de Bismark y decirles aquello de “esto debería ser la política, estúpido”.

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