LAS COLINAS DE CERCINA

29 de Junio del 2012 a las 12:33 Escrito por Jaime Aguilera

Hace ya un calor de verano, por eso sorprende todavía más el verdor de los campos, la frondosidad de los bosques. Huele a lavanda y a algo que no terminamos de reconocer, pero que resulta igualmente embriagador. Mi mujer le pregunta a la encargada de la facttoria donde hemos ido con los niños: es la flor de tilo.El valle y las colinas se extienden y suceden hasta el Arno. Al final del todo, invisible por la bruma, el Mediterráneo con nombre de mujer, de Liguria. Más abajo, más cerca, la ermita de San Andrés de Cercina, una joya románica, una más, en mitad en el campo, que nos dicen que está cerrada porque ayer se casó Carlo Ponti. Supongo que no se refiere al exmarido de la Sofía Loren, porque creo que ya está muerto.Después de la visita a la facttoria, todos los padres y los niños de la guardería nos vamos a un prado que hay más arriba, a almorzar.Los cipreses, los olivos y las encinas me llevan al Mediterráneo que está al oeste, a la Génova desde donde se fue la madre de Marco. Los abetos, los robles y las hayas me llevan a los Alpes que están al norte, a las verdes colinas desde donde bajaban Pedro y Heidi –para colmo en ese momento aparece un rebaño de cabras que nos miran mientras comemos.Se escuchan palabras en italiano, pero también en español, en inglés, en francés, en alemán, en japonés, en dialecto toscano, donde la palabra papá no es papa sino babbo.Cogemos una piedra para mi amigo Migue –alias el  enano, o Fernando Correas. Es para su colección de suiseki, a mí me recuerda a un caracol, a Fernando a una tortuga; pero definitivamente la bautizamos con el animal que ha decidido Victoria: una ballena.En ese momento suenan las campanas cercanas de la ermita de Cercina. Son las doce. Suenan muchas y repetidas veces, más de doce. Hacía mucho tiempo que no escuchaba el ángelus, el que mi padre me cuenta que paraban en mitad del campo para rezar.Los sonidos, los paisajes, la luz, los olores invitan a la armonía. El ambiente es tranquilo, placentero, educado, civilizado. Recorre mi mente un espejismo: por culpa de la dictadura de los mercados no se puede perder la idea de la vieja y de la nueva Europa juntas, la que une la conciencia cívica del norte de los Alpes y el disfrute sensorial y dionisíaco del sur. La esencia de una Europa diversa, antigua, bellamente contradictoria, con bellezas artísticas, lenguas y culturas de las que se ha nutrido todo el mundo.

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EL MIEDO AL VOTO TELEMÁTICO

19 de Junio del 2012 a las 14:31 Escrito por Jaime Aguilera

NOTA PREVIA:

Antes de nada, disculpas. Diversas circunstancias me han hecho descuidar este blog: las elecciones autonómicas andaluzas, problemas con el servidor y la preparación de un viaje a Italia. Ahora, solventados los problemas, e instalado junto a mi familia en la Villa Schifanoia -adjunto link- con la intención de poder terminar mi segunda novela, me dispongo a colgar mi último artículo, publicado en SUR el pasado lunes 12 de junio.  Saludos y de nuevo disculpas.

 http://en.wikipedia.org/wiki/Villa_Schifanoia

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EL MIEDO AL VOTO TELEMÁTICO 

Cualquiera de nosotros ha dejado ya de enviar cartas postales: ha sustituido el sello de colección por la arroba del correo electrónico. Cualquiera de nosotros utiliza la firma digital o el DNI electrónico para trámites con las administraciones públicas, trámites donde algunas veces nos jugamos mucho: pensemos por ejemplo en una complicada declaración de la renta.Sin embargo, seguimos votando, seguimos ejercitando el derecho fundamental de sufragio activo más o menos de la misma forma como lo hacían nuestros abuelos, los mismos que de vez en cuando enviaban una carta con un bonito sello, o los mismos que pagaban sus impuestos en ventanilla y en metálico.Es cierto que las tecnologías de la información y comunicación han entrado ya en el escrutinio, con terminales que transmiten los datos y que permiten que cualquiera a través de internet lo pueda estar viendo simultáneamente; pero, insisto, el principal protagonista de esta historia, el votante, tiene que seguir desplazándose dos veces a una oficina postal para depositar su voto por correo; o una vez el día de la elecciones a su colegio electoral si quiere depositar la sacrosanta papeleta electoral.En julio de 2011 el Congreso aprobó por unanimidad la opción de  votar de forma telemática a los diputados ausentes por embarazo, permiso de maternidad o paternidad o enfermedad grave. O sea, desde el año pasado, los diputados ausentes pueden votar de forma telemática; pero los electores ausentes, los que eligen a esos diputados,  siguen sin poder hacerlo.Es casi irrisorio mencionar el experimento que se hizo en mesas contadas y con motivo de la celebración de las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2009: en esa ocasión se hicieron algunas modificaciones “telemáticas” en la forma de comprobar la presencia en el censo de la persona que desea votar y en la realización del recuento final de los votos, así como en la impresión de actas.. Pero seguía existiendo la sacrosanta papeleta.            ¿Por qué tanto miedo a que desaparezca la papeleta blanca, sepia o verde? Desde esta tribuna me atrevo a plantear un cambio en la administración electoral que simplemente la va a poner a la misma altura que algunas de sus hermanas, como pueden ser la administración tributaria o laboral.            No pretendo que, desde un primer momento, se pueda votar desde casa –aunque no cabe duda de que a medio y largo plazo terminaremos en eso-; pero si al menos posibilitar un sistema mixto donde se habilite un voto telemático con firma digital para el que lo solicite por estar fuera, por tener movilidad reducida o simplemente porque no se quiere desplazar al colegio electoral; y  un voto electrónico en colegios electorales con terminales habilitados para ello donde no va a haber papeletas y donde si es posible, junto a la identificación digital, la identificación convencional del votante.            No voy a negar que los cambios cuestan tiempo, dinero y esfuerzo en un ámbito donde la inercia campea a sus anchas. No voy a negar que los sistemas informáticos que soportan este cambio en la cultura democrática deben estar debidamente revisados –lo mismo que lo están los de Hacienda que ya nadie discute-. Lo que si niego es el argumento utilizado como coartada por algunos de que si desaparece la “papeleta” la coacción, la suplantación de personalidad y la venta de votos está servida: a los que dicen eso les respondo con el ejemplo –por desgracia, clásico- del padre dándole el sobre cerrado con la papeleta a su mujer y a sus hijos antes de salir de casa para ir a votar. Da igual el método que se use para votar, las prostituciones de la voluntad del votante siempre estarán unidas a la falta de madurez política y de libertad individual            Por el contrario, son muchas las ventajas de las que se beneficiaría nuestra sociedad democrática de apostar por el voto telemático. No es una quimera pensar que aumentaría la participación si cualquier ciudadano, con una conexión a internet y una firma digital: estuviera en la parte de su país o del extranjero donde estuviera podría ejercer el derecho al voto en igualdad de condiciones –y de paso nos ahorraríamos recursos como el reciente de Foro Asturias-. No es ninguna tontería pensar que aumentaría en paralelo la fiabilidad en un recuento que une directamente la decisión del votante y la central de datos. No es difícil llegar a la conclusión de que aumentaría también la posibilidad material de realizar el método del referéndum, consiguiendo así una democracia más real y participativa. Y, por último, no es ninguna cuestión baladí, pensar en cómo se reduciría en millones de euros y en millones de kilos de papel los gastos electorales.¿Hacen falta más razones para perder el miedo de una vez por todas a que las papeletas de las candidaturas pasen al museo romántico de la historia de nuestra democracia?

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