EL SENADO, REFORMA IMPRESCINDIBLE

20 de Diciembre del 2011 a las 14:43 Escrito por Jaime Aguilera

http://www.diariosur.es/prensa/20111220/opinion/senado-reforma-imprescindible-20111220.html

Hace ya más de veinte años, recuerdo que una de las asignaturas con la que más disfruté al inicio de la carrera fue Derecho Político. Tanto que a final de curso hice un trabajo voluntario de más de ochenta páginas para subir nota –nota que, por cierto, injustamente no subió-. El trabajo se titulaba: El Senado, una reforma necesaria.

Más veinte años después, y más de treinta desde que se aprobó el texto constitucional, la reforma ya ha dejado de ser necesaria: ahora es imprescindible.

Y para ello me remito a las últimas elecciones generales, donde se calcula que más de dos millones de electores han mostrado de nuevo su desacuerdo con la configuración de la llamada Cámara Alta. Y lo han hecho de diversas formas: votando a una formación política en el Congreso pero votando en blanco al Senado, votando a una formación política en el Congreso y absteniéndose en la urna del Senado; o incluso emitiendo votos nulos al Senado insertando comentarios en la papeleta del tipo “¿Para qué sirve esta Cámara?” o “Senado, abolición ya”.

Y es que el pueblo, además de soberano, no es tonto. Porque está claro que la redacción del legislador constituyente en el artículo 69.1 de la Carta Magna, el que viene a proclamar que “el Senado es una Cámara de representación territorial”, se quedó en la práctica en una mera declaración de intenciones. Porque a nadie, o a casi nadie, se le escapa que hoy en día sólo una quinta parte de sus señorías es elegida “territorialmente” por las comunidades autónomas. Porque todos, o casi todos, sabemos que hoy en día la función real del Senado es actuar únicamente como cámara de segunda lectura, totalmente subordinada al Congreso de los Diputados salvo excepciones que confirman la regla.

No voy a entrar en el discurso recurrente, dados los tiempos que corren, de que lo mejor es que desaparezca y así nos ahorramos 55 millones de euros –tampoco voy a entrar en pasarlo a pesetas-; pero tampoco voy a dejar al Congreso tal y como está configurada hoy su elección.

En mi opinión, el modelo sigue siendo el mismo que hace muchos años ya proponían los teóricos del Derecho Constitucional: el Bundesrag alemán, donde los representantes son elegidos por los estados federales –lander- y con verdadero poder legislativo en leyes que afectan a esos estados que representan. En definitiva, un Senado que se nutra únicamente de representantes de las Comunidades Autónomas, de Ceuta y Melilla y quizás –habría que planteárselo- de cabildos, concejos insulares, diputaciones y ayuntamientos. Un Senado que tenga verdadero protagonismo en todas aquellas iniciativas legislativas que afecten a los intereses de las administraciones territoriales del Estado español. Quizás no es tiempo de proponer modelos alemanes, ahora que, como diría el maestro Alcántara, tenemos un mando en Madrid y otro “mando a distancia” en Berlín; pero es que resulta que este es el modelo que le daría un sentido al Senado, y que ya está inventado.

Ahora bien, para ello habría que reformar también el Congreso de los Diputados, que es hoy en día la verdadera cámara de representación territorial: con los grupos catalanes, vasco, gallego, canario… Y para ello habría que reformar la Constitución y la legislación electoral en el sentido de eliminar la provincia como circunscripción electoral, de tal forma que –como ya ocurre en las elecciones europeas- no haya diputados baratos en votos –los de Soria- o caros –los de Madrid-; sino sencillamente un reflejo proporcional de lo que está decidiendo una nación, no una provincia: porque, no nos engañemos más, los diputados hace tiempo que dejaron de representar a su provincia anteponiendo las siglas políticas a las que representan.

No pertenezco a ningún partido, por eso me atrevo a decir que mis ideas no van a ser del agrado de los dos partidos nacionales mayoritarios ni de los nacionalistas, porque posiblemente perderían escaños. Tampoco soy de Izquierda Unida, de UpyD, o del 15-M, aunque en este caso puedo tener círculos de intersección con ellos.

En conclusión, o quitamos el Senado o lo adaptamos a la realidad territorial del España, que exigiría también –insisto- cambios en el Congreso de los Diputados.

Decía el tango que veinte años no es nada: pero veinte años desde aquel trabajo ilusionante de un alumno de primero de carrera parece ya toda una eternidad senatorial.

 

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