UNA CUESTION DE FE

10 de Octubre del 2008 a las 9:00 Escrito por Jaime Aguilera

Siempre me han dicho que nuestro sistema financiero, como el resto, es fiduciario: esto quiere decir sencillamente que necesita para su subsistencia que creamos en él, que confiemos en él, que tengamos fe en él.
 No puede ser de otra forma desde que se inventaron monedas que son papel y bancos que, cuando quiebran, convierten tu papel moneda en puro papel mojado. En los billetes de dólar norteamericano aparece la expresión “en Dios confiamos”; sin embargo, es una gran paradoja, porque cuando uno tiene un billete de 50 euros entre las manos –no hablo de uno de 500 porque, como ustedes saben, son llamados Bin Laden porque muy pocos saben donde están-  no confía precisamente en Dios sino en el “poderoso caballero”. Eso sí, tiene que hacer un auténtico esfuerzo de creyente para estar seguro de que con ese papelito podrá tomarse cincuenta cafés con Zapatero, entendiendo que a raíz de este crisis el presidente habrá redondeado al alza su estimación de precios.
 Y si cuesta trabajo el tener que fijarse en papelitos, dormir tranquilo después de ingresar  ahorros en un banco por Internet necesita, por lo menos, una sesión semanal de ejercicios espirituales en una casa de campo.
Dicen que la fe mueve montañas, deben llevar razón: porque su ausencia ha provocado un seísmo mundial, un cataclismo ecuménico que arrastra a muchas personas sencillas que tienen que pagar una hipoteca.
Decía Fernando Trueba que él no creía en Dios sino en Billy Wilder. Al final lo religioso y lo material es una simple cuestión de fe: pero como mucha gente había dejado de creer en Dios para creer en el papel moneda, y ahora resulta que con la crisis han dejado de tener fe en este último, no le va a quedar más remedio que aferrarse a Billy Wilder, que no es poco.

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