UNA FE DUDOSA

28 de Agosto del 2007 a las 12:40 Escrito por Jaime Aguilera

“Jesús tiene un fuerte amor por ti. ¿Pero y por mí? Los silencios son demasiados. Miro y no veo. Escucho y no oigo. Te pido que reces por mí. Ruégale que me eche una mano”.
Si le preguntamos a cualquiera quién pudo expresar este ruego, pocos, muy pocos, pensarían en la madre Teresa de Calcuta. Y todavía menos atribuirían estas dudas y estos deseos a la beata Teresa si añadimos el dato de que no fueron pasajeros como una tormenta de verano; todo lo contrario, persistieron en el ánimo de la pequeñita albana durante la friolera de cincuenta años.
Medio siglo, más de la mitad de una vida, queriendo mirar y no viendo, ansiando escuchar y no oyendo. Al menos eso es lo que se desprende de la correspondencia de la religiosa, que, por cierto, se ha conservado por parte de la Iglesia a pesar de que la autora deseaba su destrucción en el momento en el que pasara a una mejor vida de la que no estaba muy segura.
Cincuenta años navegando por un mar de sargazos dubitativos que no le impidieron que se dedicara, en su diminuto cuerpo y en su descomunal alma, a darlo todo por los que no tenían nada. Cincuenta años deambulado por “esa noche oscura” de San Juan de la Cruz que no permite el descanso; que quiere ser contemplativa y, sin embargo, no admite contemplaciones.
Algunos, dentro de la ortodoxia católica, con estas palabras ven en la madre de Calcuta oscuridades donde todo debería ser luz y resplandor. Otros, como el viejo profesor Tierno Galván  si siguiera entre nosotros, querrían arrastrarla hasta un huerto agnóstico donde nada se da por cierto, ni la fe ni el ateísmo. Unos y otros se equivocan, porque lo que subyace en las cavilaciones no es otra cosa que una fe que en su pureza alberga la propia incertidumbre, un deseo de fe sincera y oscilante que recuerda a la del San Manuel, bueno y mártir, de Unamuno.
La Teresa que ya es Santa vivía sin vivir en ella. Esta Teresa todavía no ha llegado a los altares, pero tampoco vivía en ella, vivía en los deseos de los que la rodeaban y en el anhelo de sus propias creencias.

Categoria: Artículos |

86 Comentarios

  1. ARTEMISA dijo:

    Quien más sabe más duda, ¿ver para creer? o ¿creer para ver?……si Santa Teresa viajaba en la noche, seguro que tenía que ser con luna y estrellas, porque la oscuridad absoluta es la ignorancia y ella era toda sabiduría.

  2. El gordo de Minnesota dijo:

    Sólo tienen fe, estrictu sensu, -sentimiento el cual, por definición excluye, toda duda-
    -bien los débiles mentales, los cuales ni siquiera se plantean el posible carácter falaz de los dogmas transnitidos en la infancia.
    -bien aquellos que han sido sometidos a técnicas de lavado de cerebro y convertidos en fanáticos.

    Los demás tenemos que asumir que no tenemos ni idea. Dicho esto en el más amplio sentido. Es decir, tan limitado es nuestro conocimiento (y sentimiento) sobre la vida, la muerte y el universo en general que tan posible es que sólo haya materia, azar, mera perpetuación genética y egos y cuerpos que se pudren, como que, por el contrario, exista un plan divino, el destino y un mundo espiritual. A su vez, dentro de esta última posibilidad, cabe que estemos sometido al karma y al sansara -o rueda de las reancarnaciones-; o que tras muerte haya que cruzar el río que lleva al olvido de la propia individualidad como afirma el Bardo Todhol, el Libro Tibetano de los Muertos; o que cuando fallezcamos se juzgue los pocos años de nuestra vida en este valle de lágrimas con un premio o condena para toda la eternidad como piesan los cristianos que, un poco exagerados, hacen depender el tiempo infinito del alma inmortal de lo que pueden ser, como mucho, noventa años en la Tierra; o opinar, como los espíritas o los seguidores de la New Age, que el alma de los muertos permanece en un plano vibracional superior donde tiene otra existencia parecida a la nuestra -aunque todo el rato vibrando, se supone-, y se va ascendiendo a través de planos espirituales sucesivos; o, en fin, que si decidimos inmolarnos por Alá nos espera en el otro mundo una legión de bellas odaliscas dispuestas a practicar con nostros la caidita de Roma como afirman los Ayatolas no me toquen la pirola.

    Como quiera que sea, ha de reconocerse, dada nuestra ignorancia, que todo, hasta lo que parezca más descabellado es, en realidad, posible. Por tanto, la opción más razonable es convertirse en creyente de aquello que nos dé la real gana. De lo que más nos guste. La fe no es creer. Es querer creer.

  3. Boris Vian dijo:

    Amigo de Minnesota:

    Entiendo que los tres primeros párrafos son una cita de algún intelectual de la catadura de Jorge Javier Vázquez y no de cosecha propia, pues me quedaría muy sorprendido de que alguien que demuestra un desconocimiento tan supino de la realidad y la historia pudiera siquiera atinar con las teclas del ordenador.

    El permitirse llamar “débiles mentales” o “sometidos a técnicas de lavado de cerebro” a, entre otros tantos y tantos pensadores (científicos, escritores, filósofos, médicos, ingenieros, abogados, etc) que se han confesado devotos creyentes a lo largo de los tiempos, incluyendo estos recientes, insisto, es una frivolidad inaudita. Es, ni más ni menos, llamar idiotas al 90 % de la población mundial que, de una forma u otra, profesando una fe mayoritaria o adorando a una imagen en su tribu, sienten la necesidad de orar y encomendarse a algo o a alguien que les trasciende.

    Deduzco que tu comentario es una exageración, un juego, una provocación, ya que no creo que ni Fidel Castro piense una cosa parecida (pongo el ejemplo de Fidel por poner el de alguien posicionado públicamente como un furibundo no creyente).

    La fe es sin duda un sentimiento muy íntimo e importante de cada persona, del que no se debe hablar con ligereza. Parafraseando a Don Mendo, “es un tema vil / del que no has de hablar a ciegas/porque hablas cien veces, mil/y de las mil ves febril/que o te pasas o no llegas”.

  4. Pastrami dijo:

    Yo tengo fé.
    Lo demás no importa.

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